La Teoría del Caos tiene sus orígenes en las investigaciones de Poincaré en el siglo XVII quien tratando de identificar sistemas sujetos a un orden comprobó la imposibilidad de tal empeño. A principios del siglo pasado Lorenz, en el ámbito de sus investigaciones relacionadas con la meteorología explicó el efecto mariposa, es decir, como pequeños cambios en una variable pueden ser el origen de cambios mucho más importantes. También en el ámbito de las predicciones meteorológicas y con la ayuda de máquinas computadoras se avanza en los años 80 en la simulación gráfica de comportamientos en sistemas estocásticos
Existe, en definitiva, una necesidad de encontrar nuevos métodos encaminados a la búsqueda de leyes que expliquen el surgimiento de ordenes emergentes a partir de interacciones entre el sistema y su entorno (complejidad) y los elementos internos (autorreferentes) del sistema (Mayntz, 1990). A partir de este momento, aparece un nuevo interés en el modo en que se mueve la imprevisible totalidad de las cosas por sobre el tradicional interés de los científicos en la predicción, el control y el análisis de las partes de un sistema.
La evolución de las concepciones científicas en cuanto a los orígenes del Universo, el funcionamiento del mismo y, la relación entre el hombre y la naturaleza, ha pasado por distintas etapas. En ese transcurso del tiempo la idea de orden y desorden se encuentran reflejadas tanto en conceptos religiosos, filosóficos o científicos, dónde en este último caso, no sólo son analizados actualmente en las ciencias duras, sino también en las ciencias sociales.
Se considera que en la antigüedad, el orden y el caos vivían en una débil alianza, pero la llegada de la primera racionalidad científica cambio esta concepción, porque con sus descubrimientos se suprimió la posibilidad de existencia de desorden, mostrando un universo cuya complejidad podría algún día desentrañarse. Los pueblos antiguos creían que las fuerzas del caos y el orden formaban parte de una tensión inestable, una armonía precaria (Briggs y Peat, 1994: 19). En ellos el mito era la forma representativa de esa relación entre orden y caos, como por ejemplo, los antiguos egipcios concebían el universo primitivo como un abismo sin forma llamado Nut o, en China un rayo de luz pura, ying, surge del caos y construye el cielo mientras la pesada opacidad restante, yang, configura la Tierra (Briggs y Peat, 1994: 19). Por otro lado, el mundo religioso cristiano también encuentra una reminiscencia mítica para definir esta relación entre orden y caos, a pesar de su carácter monoteísta, dónde el universo bíblico comienza sin forma, y vacío hasta que Dios crea u ordena. En el mito se conjugan las fuerzas del orden y el desorden, en un juego que intenta abordar la realidad describiéndola a través de signos, imágenes y reflejos de su percepción del mundo.
Un ejemplo claro sobre el efecto mariposa es soltar una pelota justo sobre la arista del tejado de una casa varias veces; pequeñas desviaciones en la posición inicial pueden hacer que la pelota caiga por uno de los lados del tejado o por el otro, conduciendo a trayectorias de caída y posiciones de reposo final completamente diferentes. Cambios minúsculos que conducen a resultados totalmente divergentes.
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